miércoles, 4 de febrero de 2009

Fundamentos teóricos Aprendizaje y competencias

Después de leer el artículo “El aprendizaje y el desarrollo de las competencias” en la cual Xavier Vargas hace una serie de cuestionamientos, a continuación se intenta responder acorde con lo que describen varios intelectuales y estudiosos del tema, además se emite una opinión desde la perspectiva de la lectura
“¿Son los logros que busca el mundo del trabajo (al que debe responder la educación superior) semejantes a los logros generales que la educación desde siempre ha proclamado que persegue?”.
Reconoce sin titubeos que “una ideología, la de la competencia académica, está siendo desplazada por otra: la de la competencia operativa”. Significa que “el interés de la sociedad se inclina hacia formas de conocimiento que tienen un valor de uso en el mercado del trabajo”. Barnett identifica pues estas dos tendencias, la académica y la operacional, y afirma que ambas “reflejan mundos e intereses limitados (el mundo académico y el mundo del trabajo)
¿No queda la práctica profesional desprovista de sentido si se le desarrolla sin análisis y reflexión teórica?
En este marco neoliberal de los países del primer mundo categóricamente se afirma: "Parte de la razón por la que en la actualidad la competencia se considera un asunto de tan inmensa importancia potencial quizá sea la suposición existente en gran parte de la literatura de que se está viviendo una época de grandes e intensos cambios tecnológicos que están reconfigurando radicalmente los mundos socioeconómicos en los que operan las competencias y que los ciudadanos del siglo XXI deben adaptarse a esta nueva realidad".
Y sin embargo, aun a pesar de esta realidad insoslayable y del peso específico que tal circunstancia está teniendo en el diseño de los nuevos planes de estudio, conviene reflexionar respecto de la diferencia fundamental que existe entre este tipo de competitividad operativa propia del mundo de las empresas, y la competencia cognitiva en el ámbito propio del mundo académico al buscar, éste último, establecer una mejor articulación entre los objetos de estudio (conocimiento teórico) y los objetos socio-profesionales (praxis del conocimiento).
¿No toma el mundo de la empresa un control excesivo de las operaciones socio-profesionales si se desnudan éstas de su carácter reflexivo y conceptual?
En toda competencia empresarial, deportiva, etc., ciertamente se compite y para ello se debe ser competente, pero hay una diferencia fundamental entre ser competente y ser competidor. Ser competente refiere a unas capacidades que aun siendo operativas, se encuentran articuladas sustantivamente con distintas formas del saber; ser competidor en cambio, refiere a un rol concreto dentro de unas relaciones sociales de ganar-perder. El riesgo de confundir capacidades socio-profesionales, siempre y necesariamente articuladas a determinados campos del conocimiento, con roles socio-profesionales articulados a necesidades empresariales de sobrevivencia en los mercados donde operan, puede conducir a las instituciones educativas a convertirse en simples reproductoras de las habilidades operativas que las empresas requieren para competir, amén de promover en los estudiantes el individualismo profesional bajo el falso supuesto de que sólo siendo un buen competidor se puede ser competente. De no acompañar el desarrollo de las competencias con reflexiones de fondo, las instituciones educativas podrían acabar transformando la formación que hoy se asume como una formación inteligente y ética para servir, en una formación automatizada y eficiente para ganar
¿Cómo se opera el mundo sin comprenderlo?
Es muy difícil y problemático comprender la operación del mundo empresarial o académico, a partir de estas primeras consideraciones, ya podemos cuestionarnos si no sería conveniente para el mundo académico, entender y concebir la noción de competencia en un sentido más amplio y profundo que sólo aquel que ofrece su origen operativo y empresarial.
¿a qué intereses sirve una operación del mundo sin su reflexión y su comprensión?
Algunos autores humanistas afirman, la idea de que el desarrollo de las competencias debe incorporar la dimensión colaborativa y humana a fin de fomentar un cierto espíritu comunitario aun en el ámbito del trabajo y la empresa, pero sobre todo estamos preocupados por el carácter anti-reflexivo y anti-conceptual que la noción de competencia parece estar fomentando en el ámbito educativo.
¿No debería entonces ser considerada la competencia –por lo menos en el mundo académico- como una noción que incluyera un diálogo de ida y vuelta entre el objeto socio-profesional al que sirve utilitariamente y el objeto de estudio que la provee de significado y sentido?
Las nociones mismas de capacidad y capacitación, tan reivindicadas por los teóricos de la competencia, refieren a esquemas educativos ligados a la acción misma y a los espacios propios de la empresa. Ésta es la razón por la que creemos que en el mundo académico esta noción ha perdido su sentido semántico original, es decir”hacer a alguien capaz de” para convertirse en un concepto que identifica los programas formativos propios de las empresas con fines estrictamente operativos y utilitarios
¿Cómo y por qué razones habremos de re-significar esta noción para que tome un significado más académico que vincule los marcos referenciales teóricos del estudiante con la acción misma en que se ponen en juego precisamente esos saberes?
Este cuestionamiento se podría responder con el siguiente ejemplo; Se capacita a un vendedor para vender ciertos productos, a un obrero para operar determinada máquina, a un supervisor para llevar ciertos controles, etc., lo anterior pondrá en acción y juego sus conocimientos.
¿Es esto posible?
En parte si puede se posible, pero los rectractores afirman que al cambiar de trabajo, ya no serán suficientes lo conocimientos anteriores.

¿No conspira de origen, académicamente hablando, la noción de capacitación contra la noción misma de educación?
En este sentido, es el propio Perrenuod que nos aclara el alcance de la cuestión cuando postula: “Una persona que capacita no dicta muchos cursos. El coloca al estudiante en las situaciones que lo obligan a alcanzar un objetivo, resolver problemas, tomar decisiones”. Y no deja ya lugar a dudas cuando reivindica la labor educativa del capacitador: “En un trabajo centrado en las competencias –postula -, el problema es el que organiza los conocimientos y no el discurso. Así, se ignora una parte de la ciencia del magíster. Sólo le queda reconstruir otras satisfacciones profesionales, la del capacitador, cuya pericia no consiste en exponer saberes de manera discursiva, sino en sugerir y hacer trabajar los vínculos entre los saberes y las situaciones concretas
¿Capacitar y educar son realmente cosas distintas?
Pérrenoud afirma que la competencia es una capacidad, lo que nos ha llevado a suponer que el desarrollo de las competencias tiene que ver de manera importante con procesos de capacitación
¿Por qué?
Un capacitador generalmente no mueve los conocimientos como los postula la definición de competencias, el educador si lo hace.
¿En qué estriba la diferencia que hace a los académicos alejarse de la capacitación para atrincherarse en la educación, al mismo tiempo que a los empresarios alejarse de ésta para atrincherarse en aquella?
En el contexto educativo, conviene usar la noción de capacitación con extremo cuidado, entendiendo esta noción en un sentido distinto del empleado en el mundo de las empresas, es decir en tanto que es el proceso mediante el cual un maestro facilita que el estudiante se vuelva capaz de enfrentar una situación problemática determinada utilizando el recurso de la acción algunas veces pero también acompañando tal recurso con elaboraciones discursivas apropiadas
¿En qué examen final, de prácticamente cualquier materia universitaria, se analizan y reflexionan los cambios estructurales y personales ocurridos en los estudiantes en tanto seres humanos por encima de los contenidos programáticos?
Siguiendo el pensamiento de Pérrenoud en el marco constructivista de Piaget, postulamos que la competencia se desarrolla como consecuencia del proceso de adaptación del ser humano a través precisamente de la reorganización de sus esquemas durante las operaciones cognitivas de acomodación y asimilación al enfrentar la realidad como problema la acción. Todo ello corroboraría nuestra hipótesis: las competencias no se adquieren, ni se construyen de pronto y de la nada, sino que se desarrollan a partir de organizaciones de esquemas de acción anteriores, de la misma manera que los nuevos conocimientos no se construyen, sino a partir de unos conocimientos anteriores
¿El aprendizaje es algo tan absolutamente trivial que se puede observar y medir con base en unas simples preguntas a propósito de unos contenidos cualesquiera?
Bajo esta perspectiva pues nos aparece que para lograr el desarrollo de las competencias, el estudiante tiene que estar enfrentado a situaciones problemáticas cuyas exigencias de acción lo obligan a movilizar sus viejos conocimientos en pos de unos nuevos, reorganizando así sus propios esquemas de acción, es decir, que el aprendizaje que mejor desarrolla las competencias es un aprendizaje que se encuentra situado.
¿Qué es entonces lo que realmente lo constituye?
El ser humano almacena determinados datos, pero no creemos que eso constituya propiamente el aprendizaje. Obligando a estos esquemas a movilizarse en pos de su reorganización, misma que sirva al propósito de comprender y resolver la nueva situación
¿por qué hablar de mediación?
Si es el estudiante quién aprende y lo que aprende lo construye él mismo es evidentemente el maestro actúa comunicacionalmente de una determinada manera que según él, media el proceso de aprendizaje del estudiante.
¿Pero qué es lo que media?
Los conocimientos ciertamente no, porque éstos están siendo construidos por el propio estudiante. Si por mediación se están entendiendo los esfuerzos del maestro por crear condiciones propicias para que el estudiante construya conocimiento, entonces tal mediación se refiere únicamente a cómo se provee de un medio, y aun esto es dudoso ya que el medio es algo que también el estudiante construye bajo las mismas operaciones cognoscitivas antes analizadas
¿Cómo hablar entonces de aprendizaje significativo y de aprendizaje situado sin antes haber establecido la naturaleza profunda del aprendizaje como tal, en unos términos además que develen cómo sucede –en virtud de este aprendizaje- la transformación profunda del sujeto?
Para situar el aprendizaje afectivamente dentro del interés del estudiante, hemos de considerar al menos los tres tipos de interés que, según Habermas, promueven toda construcción del conocimiento y que tienen que ver con esta división paradigmática de la epistemología contemporánea: 1) el interés por controlar la realidad; 2) el interés por comprenderla de manera holística; y 3) el interés por transformarla o emanciparse a través de la acción de unas ciertas relaciones de poder
¿Se deriva precisamente de esta transformación profunda de la persona que aprende la posibilidad de que el aprendizaje sea o no significativo?
Cada modo –según Habermas- se sustenta en un interés que subyace la búsqueda y en cada modo la construcción de conocimiento se aborda de distinta manera: en el interés por predecir y controlar, el conocimiento se construye buscando relaciones de causa-efecto; en el interés por interpretar y comprender el sentido de las cosas, el conocimiento se construye buscando la estructura de las relaciones que tales cosas guardan con el todo que son y entre sí; y en el interés por la emancipación o la transformación de una realidad, el conocimiento se construye buscando aquellas acciones cuyo efecto trasforme la realidad o las relaciones de poder que el estudiante no desea.
¿Por qué hablar de aprendizajes significativos como algo que hay que conseguir?
Bajo estas primeras consideraciones, situar el aprendizaje, implica favorecer el descubrimiento, por parte del estudiante, de su verdadero interés por aprender algo, pues sin este reconocimiento, tanto el estudiante como el maestro se pueden estar equivocando tanto en el fin como en el modo de aproximarse a la construcción del conocimiento en tanto tarea educativa.
¿No es acaso todo aprendizaje, de facto, por ser lo, un aprendizaje significativo?
Esto nos lleva a reconocer al menos a dos cuestiones fundamentales: 1) que sea poco o muy significativo un aprendizaje no depende del maestro, ni de las estrategias educativas, ni del programa, ni de la institución, sino del propio interés del estudiante que por lo demás no puede ser “sembrado” como tal por el maestro; y 2) que el desarrollo de las competencias formales no esteriliza el espacio educativo ni separa el proceso de enseñanza-aprendizaje universitario del resto de la dinámica personal del maestro y del estudiante.
¿Es posible el aprendizaje no-significativo?
Algunos autores consideran que el aprendizaje no significativo es aquel que solo es discursivo y memorístico. Aun así sostenemos la sospecha:
¿Es realmente el discurso verbal un instrumento educativo tan inapropiado?
No negamos las virtudes de la acción y del poder que tiene para promover la construcción del conocimiento significativo al poner en contacto directo el aparato cognitivo con los hechos mismos de la realidad, pero abrigamos la sospecha de que esta postura, llevada al extremo, pierde de vista otros elementos fundamentales. El discurso magisterial en el aula no nos parece que sea en sí mismo una aberración educativa.

¿El aprendizaje es algo tan trivial que se puede observar y medir con base en unas simples preguntas a propósito de unos contenidos cualesquiera?.
Desde mi forma de ver el aprendizaje no es tan trivial como luego se dice, no podemos evaluar el conocimiento solo con una cuantas preguntas y sus respuestas, es mucho mas complejo y necesitamos enfocarnos y situarnos en varios contextos para trascender en el conocimiento, me refiero al ambiente social, cultural y de interés del alumno, esto ultimo yo diría que es indispensable.